El tema de este articulo
comprende algunas tendencias, que a pesar de no ser
“suficientes” para ser objeto de un diagnostico psiquiátrico o clínico, son en
mi opinión suficientemente graves para marcar a peor una existencia entera,en concreto nos centraremos en lo que
se ha llamado “triángulo toxico” formado por las drogas, la comida, y la depresión,
o en ingles las tres "D" Diet,
Drugs, and Depression.
Partiendo de que existen, como
todos hemos percibido en un momento u otro, exigencias de imagen en determinados
ámbitos profesionales, así como normas no escritas en el saber estar en la
sociedad actual, sumando el añadido de la competitividad imperante en muchos de
ellos, podemos observar en ocasiones una necesidad casi patológica de transmitir a
los que nos rodean una “imagen de éxito” y he ahí donde mucha gente se esfuerza
tanto para mantener ese rictus, de forma tan constante y entregada, que pueden
terminar fusionándose literalmente con ese “yo ideal fantástico, deseable,
popular, eficiente y controlado que proyecto y que voy a alcanzar a cualquier precio”
mientras que progresivamente el autentico "yo" queda cada vez mas bloqueado, anestesiado o
deliberadamente negado, y ese yo cada vez mas insatisfecho y maquillado se termina desencadenando pautas bastante nocivas, de modo que nos encontramos con
desfases evidentes para tratar de equilibrar la ansiedad y la frustración, conforme se agota el control antinatural al que hemos
sometido a nuestro cuerpo, a nuestras emociones e incluso a nuestros pensamientos.
En este proceso la persona suele
entrar un circulo vicioso, puesto que para mantener esa capacidad o mejor dicho ese CONTROL del “ego fabricado” es posible manejar herramientas mas maduras, o mas primitivas, y he aquí que una de las formas mas primitivas para mantener el
control de la ansiedad es negar el hambre o bien realizar todo lo contrario y darse auténticos atracones de
comida, asimismo se produce una tendencia para ahogar la tensión o el cansancio que todo ello
produce, recurriendo al alcohol a los ansiolíticos o a los estimulantes. El
alcohol ayuda a su vez a disminuir la tristeza aunque sea en realidad un depresor, y constituye para algunos un pequeño secreto para afrontar la
actividad diaria, no estoy diciendo que las personas que recurren a esta
triada puedan ser catalogados como alcohólicos (si entendemos la definición clásica) al contrario es muy sutil, lo que sorprende es el tremendo control
que parecen ejercer, desatándose en general en el fin de semana con una perdida
total de esa disciplina, accediendo a todo
aquello que se han negado durante las jornadas laborales, en cuanto se aproxima el viernes agotados ya, se precipitan a la “tentación”, la cual desencadena la perdida de
control, que a su vez otorga la razón por la cual es posible tirarlo todo por la borda, en
Psicología este fenómeno se conoce como EVA (efecto de violación de la
abstinencia cuando se da en adicciones).
Todo este proceso viene mediado por distorsiones cognitivas en especial la de pensamiento dicotómico (todo-nada) así por ejemplo si la persona afectada controla su vida a través de la comida, y comete un pequeño desliz en las pautas de régimen que se ha autoimpuesto, entraran en juego una serie de autocríticas internas, que desembocaran en un atracón, conducta que a su vez que confirma las autocríticas,lo interesante del EVA es que el desliz no tiene porque ser muy grande, naturalmente después suele aparecer la culpabilidad y el nuevo propósito por empezar un nuevo régimen todavía más estricto que el anterior.
Todo este proceso viene mediado por distorsiones cognitivas en especial la de pensamiento dicotómico (todo-nada) así por ejemplo si la persona afectada controla su vida a través de la comida, y comete un pequeño desliz en las pautas de régimen que se ha autoimpuesto, entraran en juego una serie de autocríticas internas, que desembocaran en un atracón, conducta que a su vez que confirma las autocríticas,lo interesante del EVA es que el desliz no tiene porque ser muy grande, naturalmente después suele aparecer la culpabilidad y el nuevo propósito por empezar un nuevo régimen todavía más estricto que el anterior.
Y es que las estrategias
utilizadas para mantener el control, para dar una imagen falsa, y para evitar
tomar conciencia de nuestros sentimientos reales (que a veces pueden resultar
intolerables) responden muchas veces a un modelo aprendido en la adolescencia, para toda una generación que vivió y vive en la era del “botellón” los primeros coqueteos y preocupaciones con la silueta, tiempos en que el apoyo
del grupo y la aceptación de los otros eran un objetivo vital,la imagen de la
felicidad y el “buen rollo” una obligación, si es que querían integrarse y no ser marginados por su grupo, lo que equivale al infierno para el adolescente.
Aunque mas civilizada la vida adulta es una constante presión para alcanzar el éxito económico, social y profesional, lo que nadie nos cuenta nunca es que hay que cambiar de estrategias, no podemos llenarnos la boca hablando de "madurez" si nos aferramos a las mismas estrategias disfuncionales que aprendimos de adolescentes.
Aunque mas civilizada la vida adulta es una constante presión para alcanzar el éxito económico, social y profesional, lo que nadie nos cuenta nunca es que hay que cambiar de estrategias, no podemos llenarnos la boca hablando de "madurez" si nos aferramos a las mismas estrategias disfuncionales que aprendimos de adolescentes.
La sustitución por estrategias más maduras adaptadas a la situación es la vía en que se pueden regular estas tendencias que terminan siendo autodestructivas,buscando un termino medio si es necesario con apoyo Psicológico, de ese modo es
posible romper por fin este peligroso triángulo, y empezar a asumir,quizá por primera vez en la vida, el cuerpo que se tiene, la tristeza que se puede
llegar a sentir, y las evasiones a las que recurrimos.
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